Informe desde la ciudad sitiada
Zbigniew Herbert (1982)
(Traducción del inglés de Norberto Moreno-Quibén)
Demasiado viejo para empuñar las armas y pelear como los demás—
Se me fue dado el papel de cronista
Escribo—sin saber para quién— la historia del asedio
Tengo que ser preciso pero en realidad no sé cuándo comenzó
hace dos siglos en diciembre en septiembre al amanacer ayer
todos hemos perdido el sentido del tiempo
solo nos queda el lugar y el apego a él
gobernamos sobre ruinas de templos espectros de jardínes y de casas
si perdemos estas ruinas lo perderemos todo
Escribo como mejor sé al ritmo de estas semanas sinfín
Lunes: las tiendas vacías las ratas nuestras monedas
Martes: el alcalde ha sido asesinado por desconocidos
Miércoles: conversaciones de alto el fuego el enemigo ha capturado a nuestros enviados
no sabemos dónde están es decir no sabemos dónde han sido fusilados
Jueves: tras una reunión tumultuosa la mayoría rechazó
la petición de los mercaderes de una rendición incondicional
Viernes: la plaga se ha extendido Sábado: N.N. un tenaz defensor
se ha suicidado Domingo: sin agua resistimos un asalto
en la puerta este la que llamanos la Puerta del Concordato
Sé que todo esto es una letanía monótona Nadie se siente conmovido
Evito las emociones me mantengo fiel a los hechos
porque solo los hechos les parecen válidos a los mercados y a los bancos
pero con orgullo ansío el momento de anunciar al mundo
la nueva generación de niños que hemos criado y cuya madre es la guerra
a nuestros niños no les gustan los cuentos se divierten matando
durmiendo y despertando un día más sueñan con sopas de pan y huesos
como los perros o los gatos
al atardecer me gusta pasear por las fronteras de la Ciudad
deambular en los límites de nuestra incierta libertad
Veo desde arriba el avance del ejército como una tropa de hormigas sus luces
Hasta mí llega el ruido de sus tambores de guerra y de sus gritos atávicos
Me asombra el hecho de que la Ciudad todavía resista
el asedio ya ha durado demasiado nuestros enemigos se van turnando
nada los une salvo el ansía de nuestra destrucción
Godos Tártaros Suevos los ejércitos del César transfigurados todos
en un batallón interminable
los estandartes cambian como un bosque ante el horizonte
de un amarillo suave y delicado en primavera hasta el negro del invierno
Por la tarde prefiero distanciarme de los hechos meditar
sobre algunas cuestiones como por ejemplo acerca de nuestros aliados
que nos compadecen sinceramente y nos envían sacos de harina y ánimos y consejos
que sin saber que fueron los padres de sus padres quienes nos traicionaron
nos siguen siendo fieles desde los tiempos del Segundo Apocalipsis
los hijos son inocentes merecen nuestra gratitud eterna
pero no han vivido un asedio tan largo como la eternidad
los que han sido tocados por el infortunio estamos y estaremos solos
como los kurdos los afganos o los sirios
Mientras escribo estas palabras los partidarios de la rendición
parecen haberse impuesto sobre los últimos irredentos
algo normal cuando el equilibrio es tan frágil
los cementerios crecen los defensores menguan
pero la resistencia continúa y continuará hasta el final
y si la Ciudad cae y un único hombre sobrevive
llevará consigo la Ciudad por los senderos del exilio
Él será la Ciudad
Y ahora cuando miramos fijamente al rostro del hambre y al del fuego y al de la muerte
y al peor de todos—al rostro de la traición
Sabemos que únicamente nuestros sueños no han sido humillados